Productos de consumo ordinario como las patatas fritas, la bollería, los refrescos de cola o las salchichas de fráncfort contienen conservantes, colorantes y edulcorantes aprobados pero nada saludables. Detrás de algunos también se esconden la deforestación, el fraude o la superproducción. Leer las etiquetas ilumina.
Al paladar le cuesta distinguir los restos de heces en una tarta de chocolate, el ADN del caballo en una hamburguesa o cualquier otro intruso químico no deseado en la comida. Pero la confirmación de su presencia alarma a una sociedad obsesionada por la salud y las calorías. Al principio es un misterio pensar en cómo aparece materia fecal en un postre de Ikea. Pero la respuesta tiene un nombre: globalización alimentaria. Gracias a ella, el recorrido medio de un producto comestible es actualmente de unos 5.000 kilómetros diarios por todo el planeta.
No se puede esperar menos, pues, de…
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